La Basura de Dios
A principios de siglo, el científico inglés Cyril Burt propuso
eliminar a los pobres muy pobres "impidiendo la propagación de su
especie". Al fin del siglo, el Pentágono anuncia la renovación de sus
arsenales, adaptados a las guerras del futuro, que tendrán por objetivos
los motines callejeros y los saqueos; y en algunas ciudades
latinoamericanas, como Santiago de Chile, ya hay cámaras de televisión
vigilando las calles.
El sistema está en guerra con los pobres que fabrica, y a los pobres
más pobres los trata como si fueran basura tóxica. Pero el Sur no puede
exportar al Norte estos residuos peligrosos, que se multiplican cada
día. No hay manera de "impedir la propagación de su especie", aunque,
según el arzobispado de San Pablo, cinco niños caen asesinados cada día
en las calles de las ciudades brasileñas, y, según la organización
Justicia y Paz, son niños buena parte de los 40 desechables que cada mes caen asesinados en las calles de las ciudades colombianas.
Tampoco se puede mantenerlos escondidos, aunque los desechables
no existen en la realidad oficial: la población marginal que más ha
crecido en Buenos Aires se llama Ciudad Oculta y se llaman ciudades
perdidas los barrios de lata y cartón que brotan en los barrancos y
basurales de los suburbios de la ciudad de México.
No hace mucho, los desechables colombianos emergieron de
debajo de las piedras y se juntaron para gritar. La manifestación
estalló cuando se supo que los escuadrones parapoliciales, los "grupos
de limpieza social", mataban indigentes para venderlos a los estudiantes
que aprenden anatomía en la Universidad Libre de Barranquilla.
Y entonces Buenaventura Vidal, contador de cuentos, les contó la
verdadera historia de la Creación. Ante los vomitados del sistema,
Buenaventura contó que a Dios le sobraban pedacitos de todo lo que
creaba. Mientras nacían de su mano el Sol y la Luna, el tiempo, el
mundo, los mares y las selvas, Dios iba arrojando al abismo los desechos
que le sobraban. Pero Dios, distraído, se había olvidado de la mujer y
del hombre, que esperaban allá en el fondo del abismo, queriendo
existir. Y ante los hijos de la basura, Buenaventura contó que la mujer y
el hombre no habían tenido más remedio que hacerse a sí mismos, y se
habían creado con aquellas sobras de Dios. Y por eso nosotros, nacidos
de la basura, tenemos todos algo de día y algo de noche, y somos un poco
tierra y un poco agua y un poco viento.
Eduardo Galeano es escritor uruguayo.
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